lunes, 3 de octubre de 2016

Un Maestro tuve yo


Un Maestro tuve yo
terminando  los años cincuenta
que, era hijo de estanquera.
Nos daba en clase unas charlas
de lo que hoy podía ser, Ética,
un buen Maestro sin duda.
Nosotros con esa edad,
era costumbre como lo es ahora
el comenzar a fumar.
Época de muy malos tiempos,
no nos daban paga semanal,
ni mensual, ni anual,
nuestros padres no podían
nunca, nos dieron dinero.
Y el fumar, no era fácil
al no poderlo costear.
A veces nos atrevíamos
a pedirle un cigarrito
a cualquiera de los abueletes
que estaba sentado al sol.
Algunos nos daban un cigarro
que ellos mismo nos liaban.
Otros decían que no,
aunque estos, eran mínimos.
Uno llegó a mí a decirme:
-Oye chaval todos podemos fumar,
si se tiene con qué hacerlo.
Nos atrevimos a pedirle
al profesor un pitillo.
Él, fumaba tabaco rubio,
al ser su madre estanquera
lo tenía más sencillo.
No nos dijo ni sí ni no
pero, antes de salir
en el pico de su mesa
tres pitillos nos dejó.
Se volvió y dijo: -No olvidar
que, los alumnos no fuman
dentro del Grupo Escolar.
Esos pitillos como siempre,
lo fumamos calada a calada
y por riguroso turno.
Desde entonces cada día,
antes de salir de clase
en el pico de la mesa
ponía sin decir nada,
un paquete de Ideales.
De los del papel amarillo
que eran los de “Pata negra”
No, no eran Pata Negra,
lo llamaban, “Caldo Gallina”
Si alguno decía:- Gracias Maestro.
Siempre solía responder:
-No me den las gracias a mí,
es un obsequio de mi madre.
Siendo yo un hombre maduro,
un día yo vi a Don Pedro.
Era ya muy viejecito,
estaba sentado mirando al mar
el paseo marítimo.
Le dije: Buenos días Maestro,
y después de hablar un ratito,
le ofrecí yo un cigarrillo,
me dijo: -Desde que murió mi madre,
yo me quité de fumar
y tú, deberías de hacer lo mismo.


AsdG. 16 diciembre 2010 

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