Después de leer
algún bello soneto
No acierto a escribir
ni una palabra
No hay ningún
corazón que no se abra
O que una vez
leído no esté inquieto
A nadie deja
indiferente el soneto
Es un arado que
abre el surco y labra
Las mentes para
que germine la palabra
Del lector, sea el
abuelo, el padre o el nieto
No quedó nada de
nada de aquel todo
Ya que fue solo
ilusión un espejismo
No pudo ser de
otra manera u otro modo
Al fin y al cabo,
hubiera sido lo mismo
El eco nos
responde siempre a todo
Lo inverso que nos
decimos a sí mismo.
AsdG. 21 enero 2009
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