lunes, 29 de agosto de 2016

MARÍA


Parroquia de San Ambrosio,
en un pueblo pequeñito.
Murió el cura viejecito,
y ha llegado Don Gregorio.

Joven, recién ordenado,
en camiseta y vaqueros.
Tendrá, veinticinco años,
sobre chispa más o menos

María tras los cristales,
lo ve pasar a diario.
Por las mañanas, a Misa,
por las tardes al rosario.

 Ella procura limpiar,
los cristales cada día.
Cuando las campanas tañen
el segundo toque, a Misa.

Y todas las tardes riega
las macetas de geranio,
 Para ver pasar al cura,
que va a la iglesia al rosario.

María no dice nada,
a nadie le ha contado.
Lo que siente en su interior,
al ver pasar al muchacho.

Su corazón se acelera,
se dilatan sus pupilas.
le dan temblores las manos,
y le queman sus mejillas.

Por las noches ya no duerme,
tranquila como lo hacía.
Ahora se pasa la noche,
mirando si ya es de día.

Cuando las campanas, oye
dando a misa el primer toque.
Deja la cama María,
y en la ventana se pone.





Limpia que limpia el cristal,
espera que pase el joven.
Y para que no la vea,
se esconde, detrás de las flores.

María que aún es joven,
que sólo tiene quince años.
No sabe lo que le pasa,
 no se atreve ni a contarlo.

Así trascurren los meses,
Así el tiempo ha pasado.
la niña se ha hecho mujer,
ya cumplió los veinte años.

Y todas las mañanas limpia,
Los cristales a la ventana.
Cuando tocan a la Misa
con repique las campanas.

Y ve pasar a Gregorio,
como el pueblo ya le llama.
Se sigue ruborizando,
le tiembla el cuerpo y el alma.

Ya que le alegra la vida,
de la mañana a la tarde,
y de la tarde a la mañana,
 lo que le pasa, ya lo sabe.

Sabe que está enamorada,
ya sabe lo que es el amor.
Es algo que, sin querer,
siendo niña le llegó.

Y sólo con verlo pasar,
es feliz y no pide más.
 Le ha llegado un rumor,
que lo van a trasladar.

 Gregorio ya se marchó,
de párroco a la capital.
María limpia los cristales,
ya no lo ve de pasar.




También riega los geranios,
cada tarde, día a día.
 Escondida entre las flores,
 suspira y llora María.

Nunca la iglesia pisó,
en tiempo de don Gregorio.
A frecuentarla comenzó,
 una vez que se marchó.

Un día la escuche rezar,
y después del Padre Nuestro,
en voz baja ella decía:
¿Por qué a mí, me has hecho esto?

¡Yo no quería competir!
¡No te lo quise quitar!
Yo sólo me conformaba,
con verlo, cada día pasar.

María sigue soltera,
y ya peina pelo blanco.
 Sigue limpiando el cristal,
y los geranios regando.

 Ya pronto ella cumplirá
los sesenta y cuatro años.
 mira a la calle a diario,
a través de los geranios.

¿Estaré, yo ya caucando?
delante de su ventana.
Como lo hacía hace años
don Gregorio está pasando.

Con los años está más viejo,
pero sigue igual de guapo.
Lleva en la mano un bastón,
 una cruz, del cuello colgando.

Y mirando la ventana,
el Obispo ha exclamado.
Vaya cristales más limpios,
y que bonitos geranios.

Pero, si es la jardinera,
que los regaba hace años
Cuando por esta parroquia,
estuve yo, como párroco.

Y María entreabrió,
las ramas de lo geranios,
dijo: Señor Obispo.
Me alegro de saludarlo.

Muy contenta aquella noche,
 los ojos, rojos por el llanto.
Porque supo que Gregorio,
hacía ya muchos años.

De reojos la miraba,
a través de los geranios.
Y que segura ya está,
de lo que había deseado.

De que ha sido ella amada
igual que ella, lo ha amado.
María la noche durmió,
como no lo hizo en años,

Esa mañana no escuchó,
los tres toques de campanas.
Que al pueblo a la Misa llama,
María... no despertó.

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El haber por amor sufrido,
aunque sea una vida entera.
Seguro que es mucho mejor,
que haber pasado por ella,
sin haberlo conocido.
.


             AsdG. 29 julio 2008.