jueves, 1 de diciembre de 2016

El Feo.





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A mí me llaman, el feo,
desde pequeño en el patio,
todos los días en el recreo,
los chiquillos a mi paso,
a coro gritaban: El feo.
La verdad que cada mañana.
en el baño me peinaba,
yo, al espejo me miraba,
no… me veía tan feo.
Mi madre que me observaba,
que quizás adivinaba
cuales eran mis pensamientos,
apretándome contra su pecho.
me llamaba: -Tesoro, mi vida,
mi ángel y mi lucero.
Pero después del desayuno,
de camino hacia el colegio,
oíamos decir a los niños:
¡Mamá, mamá! ¡Ese es el feo!
Que mal rato ellas pasaban,
cuando mi madre callada,
fijamente los miraba,
Y pasado unos segundos,
con aquella sonrisa, que
a ella la caracterizaba.
Les decía: – Buenos días señora,
buenos días lucero.
Yo fui creciendo entre gritos,
de los niños del colegio,
que seguían coreando.
-Ahí va, o ahí viene el feo.
Llegada la adolescencia,
el feo seguía siendo.
y tuve yo que aprender,
a tapar mi fealdad,
con capas de simpatías,
y guindas de amabilidad.
Un dulce apetitoso,
hice yo de mí en verdad.
Pero entre mis compañeros,
se me comenzó a llamar:
-El simpático del feo.
Me casé con la más guapa,
de las mozas de mi pueblo.
Porque además de simpatía,
era trabajador y hombre bueno.
Hemos tenido varios hijos,
aunque ustedes no lo crean,
son guapos como su madre
y simpáticos como yo,
su padre, que de viejo
procuro seguir siendo amable,
y cada año estoy… menos feo.
Llegué tarde al reparto de caras,
me dieron, la que le quedaba.
En las fiestas de carnaval,
que las pasé en Gomaranto,
todos iban disfrazados,
alguien se me quedó mirando,
No sé si era hombre o mujer,
que con voz distorsionada,
me dijo: Oiga, “Abuelete”
-¿Dónde compró la careta?
Es fea con avaricia,
pero vuelva y reclame,
porque le faltan las gomillas.
Todavía al recordarlo
aún, me provoca risa.



ASdG.    06 diciembre 2015

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