¿Por
qué la han incinerado?
¿Por
qué ella no fue enterrada,
cuando
murió en campo santo?
Donde
yo pudiera ir,
cada
mañana a rezarle,
llevarle
un ramo de flores,
a
contarles mis tristezas,
mis
poquitas alegrías,
y
conversar con ella un rato.
¿Por
qué quemaron su cuerpo?
¿Por
qué sin nada me dejaron?
No
tengo nada de ella,
ni
tan siquiera un retrato.
Ni
tengo derecho a pedirlo,
no
me lo darían los suyos
Ella
no fue nada mío,
ella
no me conoció,
nunca
habíamos conversado,
Yo
fui para ella y los suyos,
lo
mismo que sigo siendo,
un
completo desconocido.
Ella
era mujer casada,
ella
tenía a su marido,
también
tenía a sus hijos.
Yo
estaba de esa mujer.
locamente
enamorado.
Enamorado
y en silencio,
más
de treinta y cinco años,
siempre
mi amor lo he llevado.
Por
ser ella mujer casada,
yo
no tenía ni tengo,
ni
tan siquiera el derecho,
de
decirlo o de comentarlo.
Hoy
he oído decir.
Que
sus cenizas han llevado,
en
un barco y en alta mar,
allí
la han depositado.
Vengo
del espigón del puerto,
desde
allí le he rezado.
Y
donde rompían las olas,
un
ramo de rosas he lanzado,
El
ramo se fue mar adentro,
mientras
yo le estaba hablando.
Le
decía con mis labios,
lo
mucho que la quería.
Que
nunca antes se lo dije.
Porque
tenía marido,
que
era de un hombre casado.
Ahora
que ya quedó libre,
la
muerte la ha separado.
Le
he dicho cuanto la quiero,
lo
mucho que la he querido.
Que
siempre mi corazón,
por
ella estará ocupado.
AsdG. 22 abril 2009
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